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La cooperativa de abastecimiento La Minga cumplió un año en octubre pasado, en medio del llamado estallido social, que puso en cuestión el modelo social, económico y político chileno. En medio de manifestaciones y el temor del desabastecimiento, muchos vecinos se han acercado a conocer este proyecto que permite comprar con precios al por mayor y distribuir los productos a domicilio. Podrían competir con supermercados si es que caminan hacia una federación de cooperativas de este tipo.

fines del 2018 un grupo de amigos de la comuna de Santiago se organizaron para crear una cooperativa de abastecimiento, que tendría como objetivo comprar alimentos al por mayor para distribuirlos entre los socios al detalle, y así acceder a precios módicos. Meses después, la mayoría de ellos -algunos de ellos en ese entonces militantes del Movimiento Autonomista- dejó de pertenecer a la agrupación, pero continuaron con el proyecto, poniendo en práctica sus ideas de trabajo colectivo y barrial.

“El principal objetivo era empezar a dar una disputa al neoliberalismo en el campo práctico y atacar al sentido común, por eso la cooperativa buscó trabajar en el cotidiano. Y qué más cotidiano que la comida y los artículos de aseos que usamos en nuestras casas todos los días. A partir de eso, nos fijamos tres principios para trabajar: la soberanía alimentaria, el comercio justo y la alimentación saludable”, comenta Iván Sandoval, actual coordinador de la cooperativa.

Es así como nació La Minga, una cooperativa de abastecimiento que compra alimentos una vez al mes y reparte dichos productos entre sus socios, quienes pagan por la mercadería precios más bajos que en supermercados. Los socios recompensan ese beneficios con su propio trabajo: deben apoyar en el empaque, el traslado, guardar alimentos en sus casas o consultar cambio de precio con sus proveedores, entre otras labores. Un pequeño porcentaje de la compra queda para el pago del transporte y la compra de insumos para acarrear sacos o cajas.

Aunque tenían como referencia proyectos como Juntos Compremos en Ñuñoa y otras cooperativas en Argentina, fueron aprendiendo de los pequeños errores sobre organización y gestión de los productos.

Para el inicio del estallido social, La Minga cumplió un año de existencia. Según cuentan, el interés por participar en la cooperativa de vecinos y nuevos barrios se incrementó tras las protestas. Hoy tienen nuevas personas que han ingresado en barrios como Parque Almagro y Matta, y nuevos grupos de vecinos en otros lugares, como barrio Yungay y Portugal, que ya se están organizando para comprar en La Minga.

“El fenómeno de las cooperativas tomó mucha fuerza tras el 18 de octubre y fue bueno ese efecto, interesante, quizás por esta crisis que intentaron generar de desabastecimiento y el poder que tenían los supermercados, gatilló que la gente pensara en resolver este tipo de necesidades”, afirma Rocío Núñez, parte del equipo fundador de La Minga.

Núñez afirma que tras las manifestaciones, notaron un alza en la demanda por participar y la invitación a charlas y juntas de vecinos, que les han expresado su deseo de replicar la cooperativa en otras comunas.

En poco más de un año el proyecto creció tanto en el barrio Brasil, que éstos se independizaron formando su propia cooperativa hermana. En tanto, La Minga funciona con núcleos barriales, lo que les permite repartir mejor las labores de empaque y distribución y que los productos lleguen directamente al domicilio de los socios. Actualmente se mantienen 170 socios, aunque no todos compran todos los meses.

La organización prioriza los precios más bajos, pero también tiene como criterio comprar a pequeños productores, producción local y alimentos orgánicos. Una vez al mes se realiza la compra y antes de ejecutarla se envía a los socios una tabla Excel, con información de los productos disponibles y si cumplen con las condiciones anteriores o no. Es así como pueden acceder, por ejemplo, a medio litro de aceite de oliva a $1.870, a avena integral a $700 el kilo o a un kilo de sal a $400.

“Los tres principios se podrían poner en práctica de diferentes formas, pero es fundamental que lo llevemos a cabo a través de una cooperativa, que implica que sea democrático, para afrontar de manera colectiva un problema que en general se considera individual, que es el de la compra de alimentos”, dice Núñez. “En el fondo nosotros no vendemos a los socios o socias, sino que compramos todos juntos, y en ese comprar juntos la pega se debe distribuir de forma equitativa”, agrega.

Aunque no han formalizado su existencia como cooperativa legal, es un proyecto que la Minga tiene a mediano plazo. Así también, desean generar asambleas de socios más frecuentes, espacio que decide qué productos comprar y a qué distribuidores.

Un fenómeno que crece

En Chile, según el Departamento de Cooperativas del Ministerio de Economía, existen más de 1.500 cooperativas, con casi dos millones de socios. Hay de diferentes tipos: servicios, trabajo, agrícolas, pesqueras y federaciones de cooperativas.

La cooperativas no son nuevas. Las primeras de ellas se formaron en Europa, en paralelo al auge de la revolución industrial y del capitalismo inicial, a finales del siglo XVIII y principios del siglos XIX. En un inicio, obreros y artesanos fueron los primeros en formar cooperativas, como una forma de disputar la producción de mercancías y no solo las ganancias, como lo hacían los sindicatos. Pronto, la incipiente izquierda y los socialistas utópicos simpatizaron con las cooperativas, aunque no siempre han estado ligadas a ideas de izquierda.

A mediados del siglo XIX, el cooperativismo comenzó a verse como una manera de organización que podía convivir con el capitalismo, sobre todo bajo la visión de liberales que la incluyeron dentro de lo que llamaron “economía social”. En esos años, bajo estas ideas, se formó una alianza internacional de cooperativas, que se rigió bajo lo que se conoce como los principios de Rochdale, que son los principios de la mayoría de las cooperativas actuales: Libre adhesión y retiro, control democrático por los asociados, participación económica de los socios, autonomía e independencia, capacitación e información, cooperación entre cooperativas e interés por la comunidad.

“Las cooperativas son una unidad productiva, donde las decisiones productivas se toman de manera democrática, es decir, un socio es un voto, a diferencia de las empresas tradicionales, que toman decisiones jerarquizadas. En cambio las cooperativas tienen asambleas”, explica Felipe Gajardo, economista y parte de la Red de Estudios Nueva Economía.

Dentro de este concepto, hay cooperativas que caben dentro de lo que actualmente se considera “economía solidaria”, ligada a una economía que pone en valor el trabajo colectivo y que aparece como una alternativa al modelo neoliberal. Sin embargo, no todas las cooperativas son sinónimo de solidaridad.

“Hay cooperativas, como Colún, que tercerizan el trabajo. Eso no tiene mucho de cooperativo porque la gracia es que los mismo socios trabajen en su gremio. Una cooperativa que no tenga los principios de Rochdale, como lo vemos en Coopeuch, Colún o Capel, no tienen mucho que ver con la economía solidaria”, comenta Gajardo.

En Chile, las cooperativas lograron su peak a fines de la década de los sesenta y durante el gobierno de la Unidad Popular. Tras el Golpe de Estado, muchas decayeron, incluido algunas de abastecimiento, como las antecesoras de La Minga.

“Después del 18 de octubre creo que se puede potenciar la aparición de cooperativas, sobre todo las de abastecimiento han tomado fuerza, porque hubo una suerte de miedo por desabastecimiento en un momento, y ahí se crearon y se potenciaron las que ya existían”, consigna el economista.

Un fenómeno similar ocurrió en Argentina tras el corralito, el año 2001. Muchas fábricas fueron abandonadas por sus dueños o declaradas en quiebra y los trabajadores que tomaron esas empresas se conformaron legalmente como cooperativas, como un modelo útil para sus fines y que les permitía mantener sus asambleas como espacios de decisión sobre la producción. Así también, se conformaron cooperativas para comedores populares y almacenes de barrio, que abastecían de alimentos a los sectores más pobres de la población.

Es tal el crecimiento de estas organizaciones, que incluso hay Cooperativas que tienen supermercados y permiten la compra online, como la Cooperativa Obrera en Argentina, fundada en 1920 para enfrentar la colusión de precios del pan y que hoy venden gran variedad de productos a bajo costo para sus socios.

“No es iluso pensar que un futuro las cooperativas de abastecimiento podrían competir con un supermercado, pero eso podría tomar tiempo, porque tendrían que acumular mucho capital para hacer compras a gran escala. Pero yo pienso que las cooperativas pueden crecer mucho a nivel barrial, con vecinos, y a futuro como una especie de federación de cooperativas de abastecimiento”, opina Felipe Gajardo.

En el caso de La Minga, Iván Sandoval afirma que no tienen como objetivo primordial competir con los supermercados, pero sí generar una alternativa: “Hacer las cosas distintas en nuestro barrio y con nuestra gente”, agrega.

Lo que sí tiene claro que la conformación de una federación de cooperativas de abastecimiento es un tema que ya están hablando y que desea conformar a mediano plazo.

“Yo creo que las cooperativas han ganado notoriedad y con la revuelta de octubre se viene un impulso más fuerte”, dice Sandoval.

Fuente: decoopchile.cl