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Por Ricardo Dávila Ladrón de Guevara[1]

Las organizaciones solidarias se caracterizan  porque proponen una cultura organizacional  participativa y democrática que se expresa en principios y valores tales como, una persona un voto y el control democrático de la empresa, que cotidianamente se predican pero que cada vez se practican menos.

Tal vez, por esta razón, hoy en día crece una corriente crítica que propone revisar el principio democrático propio de este tipo de organizaciones, aunque dicha propuesta despierte resquemores y temores en muchos de los cooperativistas que ven en este principio, uno de los soportes fundamentales de la propuesta cooperativa y solidaria.

Sin lugar a dudas y desde una perspectiva teórica y una visión del deber ser, la concepción de una empresa que propone una  cultura democrática y participativa contiene elementos básicos que permiten hablar de una ventaja cooperativa, situación que conduce a resaltar su importancia y validez en un momento como el de la actual crisis civilizatoria que vive la sociedad planetaria actual.

Desde esta perspectiva teórica realizamos a finales del siglo pasado y comienzos del presente, estudios de caso en cooperativas que prestaban servicios financieros, estudios que nos permitieron plantear la pregunta de si la organización cooperativa se puede tener en cuenta como una innovación organizacional y social, considerando además,  a la participación como el elemento detonador de la innovación.

Sin embargo, a medida que perfeccionamos los instrumentos (variables e indicadores) necesarios para dar respuesta a esta pregunta, hemos ido teniendo claro que la realidad nos comienza a plantear una respuesta negativa.

Y cuál ha sido la razón de esta situación?. La elaboración de un indicador que busca medir la participación del asociado en el proceso electoral de una cooperativa, que se determina relacionando el número de asociados que votaron en el proceso electoral para elegir delegados sobre el total asociados hábiles para votar. Y al aplicarlo, en un cierto número de cooperativas dedicadas a la actividad financiera, comenzamos a observar que el resultado obtenido en la mayoría de los casos donde se aplicó se encontraba por debajo del 30% y, en algunos casos, porcentajes por debajo del 10% o menores aún.

Al principio pensábamos que el indicador que estuviera por debajo del 70%  indicaba la necesidad de plantear una alerta temprana con respecto a la propuesta participativa y democrática que debe manifestarse en la vida de las cooperativas. Sin embargo, estos primeros resultados nos han ido llevando a considerar que encontrar una participación del 30 o 20 % podría considerarse razonable en el contexto colombiano de los servicios financieros prestados por las cooperativas.

Pero el llegar a esta primera conclusión, nos fue dando claridad sobre la necesidad de atender la propuesta de revisar el principio democrático, ya que corresponde a una necesidad vital para reconocer el estado real de las organizaciones solidarias como empresas de participación y comprender que una baja o mínima participación del asociado en el proceso electoral, como el que observamos al aplicar el indicador mencionado,  da origen a un riesgo inmenso  en la organización que sufra de esta situación, el que se traduce en la posibilidad de que un grupo reducido de asociados se encuentre con que el poder en la organización descansa en sus manos, lo cual puede conducir a manejos irregulares, incurrir en  costos de agencia y en el peor de los casos, si el grupo reducido solo vela por su interés particular, a la posibilidad de una crisis que conduzca a la liquidación de la organización.

Ojalá la revisión del principio democrático no llegue tarde para algunas de las organizaciones que sufren de la reducida participación de sus asociados ¡!!

[1] Profesor Emérito Pontificia Universidad Javeriana, consultor y asesor en Organización, gestión  y economía solidaria. rdldg23@gmail.com y rdldg48@hotmail.com

Tomado de la revista Gestión Solidaria